Marruecos acaba de experimentar el movimiento telúrico más devastador registrado en su historia, con una magnitud de 6,8.
Este desastre ha sembrado la tragedia y la destrucción en una extensa región de la cordillera del Atlas, al sur de Marrakech.
La terrible cifra de víctimas asciende a más de 2,000 personas fallecidas y más de 2,000 heridas.
Este saldo devastador habría sido aún más catastrófico si el epicentro hubiera estado ubicado en una zona urbanizada densamente poblada, como ocurrió en los terremotos de Turquía y Siria a principios de este año.
En cambio, el epicentro se encontraba en una zona rural con una población más escasa y dispersa.
Este recuerdo nos lleva al trágico terremoto que azotó la ciudad portuaria de Agadir en 1960, un evento que sigue siendo el más mortífero en la historia de Marruecos.
En esa ocasión, la ciudad atlántica, situada a 400 kilómetros de Lanzarote, perdió a un tercio de su población y quedó prácticamente destruida por un terremoto de menor magnitud (6,5 en la escala de Richter).
Con un epicentro muy superficial, lo que provocó una devastación considerable debido a la baja calidad de las construcciones urbanas.
La ONU se ha mostrado dispuesta a brindar ayuda en esta situación de emergencia. Sin embargo, algunos ciudadanos marroquíes expresaron su frustración en las redes sociales, argumentando que el gobierno no había solicitado más asistencia internacional.
Equipos de ayuda internacional estaban preparados para desplegarse, pero seguían a la espera de una solicitud oficial por parte del gobierno marroquí para poder ofrecer su apoyo en esta difícil situación.